La historia del más fuerte no es siempre la mejor de las historias. Pero, aviso, si hablamos en clave agrícola, la constancia de sus vidas puede apasionar. En el colash que componen los momentos del campo, encontramos vivencias que, de ponerles voz, sorprenden al más pintao, porque las condiciones de trabajo agrícolas suelen ser extremas, ¿las conoces? Como muestra, os presentamos unas agro-historias de nuestras amigas las máquinas:
Cuentan que el señor Udor no es un estriado cualquiera, si no un macho de muy señor mío... Lo prueba el hecho de ir directamente ensamblado a su señora Magdalena sin precisar lubricante ni amortiguación alguno. Nos fijamos que contacta hierro con hierro, incluso a veces aún más agresivo, sus articulaciones se remozan en barro reseco alrededor de mil giros sin parar. Su mujer Magdalena no le va a la zaga, pues es la que transmite su potencia de vueltas al señor #Udor. No obstante, hay veces que la pareja reivindica su derecho a la queja, y chirrían cual cerdo en manos de su matarife. Es para oírlos…
La historia de Pubert es parecida a la de Udor y Magdalena, porque todos en el campo participan de la misma suerte a bastos. Este señor ve como día a día sus cuchillas remueven la tierra arando el huerto. Su material se erosiona debilitando la estructura. Qué decir de la pintura que de joven cubría la negra “piel” abrillantada del hierro forjado. Acontece a estas horas el ingreso de Pubert en espera de un transplante de sus miembros limados: sacar tornillos, sustituir “brazos” gastados y cambiarlos por otros nuevos. En estos momentos está ingresado en nuestro taller. Se encuentra bien, estable, tumbado, con suero y a base de dieta blanda. Pubert es un crack, saldrá de ésta.
Bima y su primo trabajan juntos, codo con codo, diente a diente, podríamos decir. Accionan la tracción de un grupo de potencia. Lo hacen sin más ayuda que un constante baño de aceite. Su capacidad es inconmensurable para las dimensiones de sus piñones. Por el uso y la edad llega el momento de padecer una artrosis imposible de corregir siquiera bajando su frenético ritmo diario de trabajo. La jubilación es inminente, amigos. Ley de vida.
Los hermanos Bondioli son nudos de transmisión que componen un cardan completo. Normalmente trabajan separados un metro y pico entre ellos, en ambos extremos. Se recubren de un protector para evitar dañar a las personas que los manipula. Sus crucetas son fuertes, robustas como el acero de su fabricación. Siempre visten un traje gris de brillo metálico, elegante, ajustado, tan compacto por fuera que se diría todo forjado. Son coquetos y viajan mucho en redondo. En su labor constante dan 500 vueltas por minuto, puedes imaginar la de veces que han recorrido en giros la distancia del ecuador alrededor de la tierra. ¿Mil, diez mil quizás?
Podríamos seguir personificando 100 aperos más y resaltar, por ejemplo, los problemas de nervios de la barra de herbicida Pulmic, o la eficacia de corte de la tijera de podar Bahco, y la ligereza en aluminio de su vecino Felco. Componentes todos de un taller otrora colmena de miles y miles de vivencias juntas, y emigrados hoy en gran medida a la espera de mejores tiempos que a buen seguro llegarán.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado. ¿Qué os parecen las historias agro?
Moisés Zamora Bayo
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