Las preguntas que surgen a la hora de implantar medidas sostenibles son: ¿En base a qué patrones fijamos las producciones, las aplicaciones fitosanitarias y la rentabilidad de la explotación? ¿Es que sólo cuenta la experiencia de cada agricultor o los dineros disponibles? ¿Quién/qué fija los límites?
Hacer el frutal rentable y sostenible puede tener parámetros más o menos tangibles, medibles: kilos producidos, hectáreas sembradas, coste de explotación, venta de fruta, etc. Se puede actuar sobre ellos e idear una estrategia para modificarlos. Pero en el caso de las aplicaciones fitosanitarias el criterio suele ser muy muy subjetivo. Solo las cadenas comercializadoras son capaces de marcar la norma a seguir en el proceso de producción. Ya existe cierta trazabilidad. Tienen fuerza para obligarnos a recortar los excesos de tratamientos: establecen controles y, o los pasas, o no los pasas. Así de tajante.
Por otro lado, ya contamos con estudios que defienden una aplicación fitosanitaria en base a la necesidad concreta de cada explotación. Es una forma voluntaria de tratar en consonancia con la idea sostenible y cuidado de la salud y el medio ambiente. Este método de tratamiento establece la masa foliar como escala y medida. Es decir, hay manera de ajustar la cantidad de líquido aplicado a las dimensiones y volúmenes de vegetación. Es lógico pensar que 1.000 litros por hectárea de líquido tienen una repercusión distinta en pequeños árboles de 1 año, a diferencia de otros de 10 años, sin podar, y en época de cosecha, por ejemplo.
Teniendo en cuenta unos índices diferenciales para cada tipo de árbol se puede aumentar la efectividad aplicando un caudal suficiente de aire (usando atomizadores) y calcular los litros de líquido por hectárea necesarios. Y esto es posible conociendo la masa foliar del árbol y estableciendo unos parámetros de actuación; aunque siempre, en última instancia, sea la calibración final del #agrónomo la que, bajo su criterio, adapta el tratamiento a las características fenomenológicas de la explotación.
Las “herramientas” que utilizaremos para llevar a cabo un tratamiento justo serán:
La medida de la cantidad de vegetación por hectárea.
El ajuste del volumen de aire necesario según esa masa floral.
El cálculo de litros por hectárea que garanticen un “mojado” óptimo del árbol
En el día a día del tratamiento fitosanitario del frutal seguiremos usando entonces parámetros como proporción de la mezcla, o climatológicos, de pulverización o de tipo de boquillas; pero ahora también intervendrán factores como el ancho de calle, la envergadura del árbol, la velocidad de desplazamiento del tractor, dosis, volumen de aplicación, el mojado exterior o interior de árbol, el tipo de frutal y la maquinaria de mínimos requisitos, etc.
Es un buen comienzo reducir aplicaciones innecesarias en pos de conseguir una agricultura sostenible, respetuosa con el medio ambiente y que mejore la seguridad alimentaria. Pero también buscamos una agricultura productiva y rentable para el agricultor y su bolsillo, dando respuesta a la exigencia de los supermercados y cadenas alimentarias orientados en definitiva a mejorar los estándares de seguridad alimentaria. Y en ello estamos.
Moisés Zamora Bayo
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