El tractorista es el señor del que depende buena parte de la efectividad del trabajo de campo. Para aquel que lo desconozca este operario realiza esta serie de tareas:
maneja aperos (engancha remolques, conecta los sistemas electro-hidráulicos de la maquinaria, vigila temperaturas, sopesa averías)
traduce las órdenes del encargado, adapta velocidades, presiones, conexiones
mezcla de productos, vigila la agitación de la mezcla, controla la uniformidad del tratamiento
mantiene a punto la maquinaria (engrases, vibraciones, ruidos, niveles)
repara en muchos casos averías menores
trabaja a deshoras cuando las meteorología lo requiere
etc.
Esto se le presupone como obligatorio al tractorista. Pero, como todo en la vida, hay niveles de actuación y de comportamiento, actitudes y aptitudes. Y para que veáis lo que queremos decir os mostramos dos perfiles diferentes de tractorista:
El primero es un autónomo de tractor propio que cobra por horas trabajadas, incluyendo en el precio el alquiler de su tractor. Además es conocedor de su trabajo.
El segundo caso es el de un jornalero que asume el papel de tractorista porque así lo quiere su empresa, cobra su sueldo según el régimen agrícola, y procura cumplir con la exigencia igual que la del autónomo especializado.
¿Cómo reaccionan cada uno en caso de avería?
El primero cuida su tractor porque es suyo, procura tenerlo operativo cuanto antes para seguir facturando a la empresa (tiene una motivación adicional), hay una fuerza interior que le lleva a maximizar sus esfuerzos.
En el segundo caso el “tractorista” se para ante un imprevisto, avisa y pasa la gestión de accidente o reparación a la empresa. Se desentiende y ocupa temporalmente otras tareas agrícolas. Digamos que carece de la motivación que le empuja a hacerlo mejor.
¿Qué opción es la mejor para la empresa?
La del tractorista especializado es la más cara para le empresa pero, a largo plazo, más eficiente, y por tanto más productiva. De manera que concluimos que para el tractorista profesional y para las empresas de servicios que aporten máquinas y trabajadores especializados a la labor agrícola, hay futuro laboral. Quizás podríamos sacar las mismas conclusiones para otras labores de campo, ya sean de poda, injertos, o tratamientos, ¿no os parece?
Moisés Zamora Bayo
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